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sábado, 27 de noviembre de 2010

Libro 2: Fragmentos del alma



Annita [A]


Que hace la lluvia escurriendo por la ventana del auto de aquella persona? Seguramente nada nuevo mas que llamar su atención por un momento. El hombre era una persona alta y portaba unos lentes y sombrero negro, vestía una gabardina negra y una serie de amuletos, de gesto serio y frío. No era necesario que se quitara aquellos lentes para adivinar de que era una persona fríbola y ruín que su único interés era al igual que aquella niña Bulleta, era tener los mayores tratos y negocios por medio de los Darkstalkers que capturaba o asesinaba.
Tenía una café sujeto en su porta vasos, y fumando un cigarrillo miraba aquel oscurecer que dominaba, mientras el sol se rendía a los pies de la luna. Disfrutaba mucho más la noche que el día, el solo hecho de pensar que la luz existía, aumentaba mas su enojo e impaciencia.
Como las fieras salvajes, prefería cazar a sus víctimas de noche porque sentía que así las encontraba en su estado puro y natural. Preguntaba con mucha impaciencia a su chofer, Cuánto faltaba para llegar al destino donde le pagarían por la nueva bestia que había cazado. El chofer sudando y temoroso trataba de no ver el espejo para darle la cara así que musitó unas palabras que apenas si se entendían: "y-yya falta poco señor" Era obvio que todos le temían a éste hombre que pretendía el mal. Su egoísmo era grande, sentía desprecio por cualquier humano, parecía mas una maquina que obedecía peticiones, sin cuestionar, sin protestar, simplemente lo hacía pero eso sí, el costo para sus clientes eran muy elevados ya que era un cazador humano muy habilidoso y talentoso, por lo que hacía siempre muy bien su trabajo. Sin embargo, un obsatáculo en el camino, obligó al chofer a tomar otra ruta cerca de un pueblo que por cierto carecía de todo. Se notaba que los Darkstalkers habían destruido y borrado todo rastro del pueblo, sin dejar rastro alguno aunque eso hacían creer ya que en verdad había un puñado de personas todavía habitando la posilga.
Inmediatamente el Hombre ordenó a su chofer detener el auto y que lo esperara dentro. Esta vez no bajó ninguna arma como de costumbre siempre lo hace, quizás porque era mas que obvio, no se presentaría amenaza alguna. Fijó los lentes con sus guantes, también el largo sombrero que tenía. Caminó con las manos entre los bolsos de la gabardina mientras el agua escurría por todas partes de ésta.
Mientras tanto un conjunto de aldeanos estaban reunidos en la iglesia destruida para hablar sobre "ella" ya que ninguno conocía su nombre y mucho menos tenían ganas de saberlo.

[Granjero] Esa maldita mocosa! Siempre atrae a las criaturas de la oscuridad y causa problemas es la mala suerte!

[Aldeano] Tienes razón! no se que haremos con ella, padre usted tiene que darnos alguna idea.

[Padre] Hijos míos, no hay que olvidar que la pequeña sigue siendo una hija del Señor, una de sus tantas creaciones. Creo que estamos olvidando que por ser diferentes no hay motivos de ser enemigos y menos de una chiquilla.

[Otro aldeano] Tal vez este en lo cierto padre, pero no cree usted mismo que son demasiadas coincidencias para que por el mismo hecho de que ella esté aquí, los monstruos aparezcan también?

[Padre] Por favor es tan solo una niña tengan misericordia de ella, anda pequeña di algo.

[Aldeano] Ja! padre que insistente es usted, quiere sacarle sangre a una piedra? esa niña nunca hablará es tan extraña como este maldito pueblo!!

De repente el hombre entró a la iglesia y se detuvo para ver a todas las personas reunidas, mientras la niña no le daba importancia y solo miraba abajo analizando el suelo con su vista.
El hombre no dio importancia a las miradas de las otras personas, pero si clavó su visión en un punto fijo: la niña.

[Aldeano. Amablemente] Que le puedo servir señor ?

El hombre no respondió...

[Otro aldeano] Ya tenemos otro igual, que mas da en este pueblo no vale la pena hablar, nadie te escucha..[decepcionado]

[Hombre. Seriamente] Que ha pasado en este lugar?

[Padre] Bueno, a decir verdad los darkst...

[Hombre] Hay alguno aqui todavía?

[Padre] No, no señor no lo hay.

[Granjero] Que quiere usted aquí!?

[Hombre] Detuve mi auto para recorrer esta miseria, haber si encontraba algo interesante aquí pero solo estan ustedes, unos insectos basura.

[Aldeano] Como has dicho Imbécil!? Toma!!!

El hombre lo tomo del puño y sin mucho esfuerzo lo levantó y lo azotó al piso con brutalidad.

[Granjero] Dios mio, lo que nos faltaba, tenga piedad hombre de nosotros [Suplicando]

[Padre] Válgame, hijo, por favor no acabes con la vida de más inocentes.

[Hombre] Viejo, a mi no me importa la vida de gente no productora, yo solo hago pedidos por dinero. Su piedad me da igual.

[Padre] Que Cristo nos ampare a todos nosotros....

Fueron las últimas palabras del Padre y de muchos otros aldeanos ese día. El hombre estaba apunto de retirarse y dándole la espalda a los cuerpos ejecutados dijo
-[Hombre] Y tu que? porque no huyes como ellos?

-[Annita. repitiendo] "A mi no me importa la vida de gente no productora"

-[Hombre volteándose hacia la niña] Seguro, tu no deberías de estar aquí. Me estas oyendo? No debes estar aquí!

-[Annita. Repitiendo] "No debo estar aquí... No deben estar aquí gente no productora"

-[Hombre] Bah! Con razón esos demonios no te mataron, no valdría la pena matar a una idiota como tú, para qué ensuciarse las manos de ese modo.
No entiendo que harás para sobrevivir, me gustaría ver como la vida te va matando poco a poco pero tengo cosas que hacer así que supongo que de alguna u otra manera morirás.

El semblante de la pequeña, eran unos ojos pesados, mirada muy profunda cargando y reflejando una intensa tristeza, encerrada en ella misma en una burbuja que había creado para aislarse de los demás. Su única compañía era esa muñeca sucia y vieja que nunca soltaba. Realmente daba lástima como aquél hombre había dicho. Sin embargo las palabras de él no causaban efecto alguno en su mente, solo atrevesaban sus oídos, oídos que siempre escucharon voces implacables que siempre debieron de estar apagadas como una vela.

El hombre se retiraba, más tarde descubriría que se llamaba Lucio. Lo dedujo por su forma de ser, su cara y facciones reflejaban ese nombre que lo resaltaba como si portara un letrero o una credencial. Ese nombre significó algo para ella al igual que muchos otros que había escuchado pero que siempre ignoró. Escoger el nombre que le había asignado a ese sujeto fué fácil para ella, un hombre como todos que demuestra codicia y poco interés solo podría acreditar un nombre así, pensaba ella.
"Lucio" subió de pronto al auto, como si no hubiera visto algo nuevo. Ya era tarde, eso lo alegraba, era la única cosa aparte del dinero que le causaba excitación abrumadora. El carro marchó a toda prisa y desde la iglesia, la niña podía escuchar el sonido que desprendía el automóvil mientras se alejaba.
Lucio ahora pensaba en la niña, pero no en lo malo que había hecho al dejarla allí, sino en que demonios estaría haciendo en ese lugar. La pregunta lo inquietaba bastante, era un hombre al cual al involucrarse en algo indagaba más allá de sus espectativas, eh ahí una de las razones por la que sus trabajos eran impecables y característicos.

La pequeña mientras tanto, seguía analizando el suelo, no había luz alguna más que la luna llena que incidía en los cuerpos amontonados de los hombres apenas asesinados. El olor empezaba a emerger de ellos, pero nada de esto le causo sensación alguna. Ni el olor ni la oscuridad, estaba acostumbrada a ver tantas cosas que nada era nuevo en su vida. Ni siquiera pensaba en como se las arreglaria para vivir ahora que estaba sola. Aunque a decir verdad, siempre estuvo sola, las personas estaban ahí pero ella las sentía ajenas e inexistentes. Tenía un cierto odio hacía ellas por no comprender la vida, al igual que Lucio las personas para ellos eran tontas y no productoras.

La noche azotaba con vientos helados, que entraban por todos lados de la iglesia como si fuera una caja agujerada. Y los destellos lunares estaban de una manera colocada que enfocaban hacía ella como un escenario. Se incó y volteó unos momentos, analizaba la figura del Cristo que estaba crucificado a los pies del area. Recordó a la única persona que siempre le contaba sobre el: El padre, que inútilmente intentaba hacer hablar a la pequeña sin éxito alguno.

El chofer escapando del lugar, dió con el auto hacia la carretera nuevamente donde se distinguía el brillo de las luces de la ciudad. Lucio solo decía: "Date prisa inutil, que este pagará enormemente!".
Obedeciendo sin nada mas que decir el chofer aceleraba de manera que pudiera competir y ganarle al tiempo.

La lluvia seguía palpitante, parecía que este día llovería aun mas que otros. En la iglesia, las inundaciones eran grandes y siempre el pueblo estaba sumergido en agua, pero, como decían los aldeanos, preocuparse ya no importaba. El agua lavaba los cuerpos de manera natural, llevandose la sangre derramada por las héridas y también de cierta forma el edor.
La pequeña se recostó a los pies del Cristo y durmió silenciosamente.

Fin cap.1 Libro 2

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