Darkstalkers Video & Music

domingo, 28 de noviembre de 2010

Libro 2: Fragmentos del alma ll.

Anita [A]

El día empezaba de una manera pacífica y esplendorosa, la pequeña niña después de recordar lo apenas sucedido, se levantó normalmente y acomodó los cuerpos en un lugar de manera que no estorbaran. Agarró su muñeca y salió de la iglesia donde estaba la calle que daba hacia varios locales y negocios cerrados: Bares, Tiendas, Herrería etc. Todo tan solitario y marchito en ese lugar.
De pronto recordó cuando el alcalde del pueblo, pedía apoyo al ejército y autoridades de la ciudad para acabar con los demonios y criaturas que acechaban allí. También recordaba el mar que estaba debajo del barronco y la autopista donde estaba el pueblo. Agónica, era el nombre del lugar. Siempre llegaban enormes barcos y turistas ya que el puerto de la ciudad les quedaba cerca pero muy a menudo la gente pasaba a comprar recuerdos o descansar en Agónica. El alcalde y los comerciantes les daban la bienvenida y los hacían sentir como en casa.
Con un trato muy amigable y siempre con gentileza, con sonrisas falsas que usaban solo cuando veían el dinero. Nadie en el pueblo sabía como llegó la niña, ni si quiera les importó, pareciera que nunca la tomaron en cuenta. El pueblo siempre particiba en fiestas, tenía tratos con gente de la ciudad y la verdad no era muy pobre ni carecía de nada. Tenía mucho de los servicios que mayormente se podrían encontrar en la ciudad; recorridos a la playa, recuerdos, electricidad, agua potable etc.
Siempre fué muy "productivo", la iglesia estaba disponible tambien para la gente que depositaba su fé y sus esperanzas ya que en esos momentos la ciudad vecina tenía problemas con los darkstalkers pero curiosamente Agónica nunca fue tocado por ningún ser maligno hasta apenas ese día, ese día que marcaría el comienzo de las futuras invasiones y saqueos al pueblo.
Como la pequeña no tenía lugar donde fuese aceptada, se refugió en la iglesia y ahí comía y dormía.
Cierta noche, un comerciante que terminaba de cerrar su local, iba directo a casa tranquilamente. La calle llamada "Pasadizos" era muy común para el hombre. Siempre la recorría como si nada a pesar de que esta fuera de las pocas que tuviera iluminación, digamos así como la parte olvidada del pueblo. Pasadizos era una calle humilde y modesta, no tenía muchas cosas ni nada interesante que ver, pero pronto se convertiría en una reunión de gente especulando y rumoreando de cosas por lo que sucedería. El hombre tomaba su canasto de cosas con una mano y con la otra miraba su reloj: era mas tarde de lo habitual. Aceleraba un poco el paso cuando de repente oyo un extraño ruido cerca de los arboles. Como podrán notar, la calle Pasadizos estaba metida hacia el bosque del pueblo donde los arboles adornaban el camino. Era muy común encontrarse pequeños animales que emitián ruidos extraños moviendo y quebrando las ramitas pero esta vez no se trataba de ningun animal.
El hombre lo ignoró y entonces todos los arboles empezaron a agitarse, las aves que estaban descansando comodamente ahí levantaron vuelo rapidamente para irse lo mas pronto posible. Fue entonces cuando sintió un miedo terrible, para mover a esas aves tan bruzcamente solo podía ser el ruido de un arma o cosas así ya que tan facilmente aquellas voladoras no se animaban a irse aunque uno les moviera las ramas. Se acercó y dejo el canasto en el suelo, empezando a revisar. Una risa maléfica salió de algun lado del bosque. se escucharon diversos cortes como si fuera de una espada que se estaba aproximando donde estaba el hombre. Él quedó muy asustado, se encontraba paralizado un momento y trato de correr, pero los sonidos de la espada se aproximaban más y más y los sentía tan cerca, que incluso volteaba para averiguar de que no hubiera nada detrás de él.
Corrió a toda prisa, olvido el canasto y siguió corriendo. Ya faltaba poco para llegar a la parte iluminada del pueblo. Pasadizos estaba terminando para encontrarse con la calle donde el vivía, el bosque comenzaba a desaparacer y se veía de nuevo las casas. Trataba de gritar pero no podía. Ahora la espada estaba justamente detrás de el, persiguiendole. Volteó y fue lo ultimo que vio en su vida. Esos ojos rojos y boca enorme y esa espada resplandeciente que lo atrevesaba. El hombre murió. Al día siguiente todos quedaron tan espantados, pero claro jamás creyeron que fué un darkstalker, sino mas bien un lobo o algun otro depredador que lo hubiera degollado de esa manera. Por lo que para la seguridad de su gente, el alcalde advirtió a todos no pasar por esa calle y colocó algunos guardias cerca del lugar para custodiarlo.
Sin embargo el día siguiente fue exacamente lo mismo, pero esta vez no fue en esa calle, sino cada vez mas cerca del corazón del pueblo. Los informes de gente ejecutada se hicieron muy grandes, tanto que a la gente se le ocurría que ya no era un lobo sino un Darkstalker que los estaba amenazando. Todos los reportes señalaban lo mismo: Ojos rojos, unos dientes puntiagudos y esa espada resplandeciente. Por lo que sabían que solo era uno.
El alcalde tomó medidas mas severas, llamó a los cazadores y a tropas diferentes de las ciudades para que lo capturasen, de manera que todo el dinero del pueblo se vió invertido en cazadores y guardias. Agónica se estaba quedando sin nada, la gente ya no quería salir, los locales empezaron a cerrar uno por uno cada semana, hasta que despues se cerraban 3 en una semana e incluso se llego a los extremos de que se cerraban 1 cada día. El alcalde estaba deprimido, era el pueblo donde el había nacido y crecido y era tiempo de abandonarlo como si fuera un barco astilludo y viejo. Partió con el dinero que quedaba del pueblo y no se supo mas de el. La gente estaba desesperada, no tenían dinero ni alcalde ni nada. Empezaron a migrar a otra parte a ciudades y pueblos vecinos, la población disminuía. Ahora ya no había bares por la noche ni recorridos por la playa, mucho menos turistas. Fue quedando en Agonía como su nombre. Llegando a su fin, hasta que la gente culpaba de todo a la pequeña. Muchos le echaron la culpa de que ella atraía a ese ser maligno, ya que como no hablaba la hacía mas sospechosa. Sin embargo el Padre siempre la apoyó, le dió comida y estuvo con ella así que era su mejor defensor. Como las personas no podían con el sacedorte ya viejo, creían entonces por un instante que la niña no era la culpable de todas las desgracias del pueblo. Así que comenzaron a culpar a otros, matandose entre ellos porque creían que la bestia queria ah alguno de ellos, sin embargo al final se dieron cuenta de que solo mataba por gusto y diversión y no por quererlos a ellos. Las personas lloraban, muchos por su amor al pueblo no lo dejaron ya que, como el alcalde, habían crecido en él y no pensaban en abandonarlo, otros porque no tenían lugar a donde ir. Siempre se pedía auxilio a las autoridades de la ciudad, quienes solamente les decían :"Estamos en eso" "Mandaremos tropas pronto resistan". Era inútil, sabían que esas tropas nunca llegarían. Al final quedaron 100 personas que fueron desapareciendo poco a poco. Tenían sed, pero sabían que el agua estaba del otro lado del bosque y cruzarlo era mas peligroso que morir sediento. Tenían hambre pero ya no había panaderos ni restaurantes ni nada, las cosechas estaban marchitas porque nadie del otro lado las regaba y trataba. Luego llegaron cazadores falsos, quienes afirmarían matar a la bestia pero por mucho dinero. Les daban todo lo que quedaba y estos farsantes se escapaban con el dinero. Pronto toda la gente se olvidó de aquel poblado, así que vinieron los constructores y empezaron hacer la carretera, ocultando el pueblo para que nadie se detuviera siquiera a verlo. Al final solo quedaron unos cuantos aldeanos y granjeros y el Padre y la pequeña.
El sacerdote solo pudo obtener su nombre por que en su pequeño vestido estaba bordado con tela: Ana. Así que siempre le decía la pequeña Anita, ya que como era una niña eso le acreditaba el diminutivo.
Anita nunca habló mientras estuvo en el pueblo. Nadie conocía su voz y mucho menos a nadie le importaba. Como era la única sospechosa en la lista de los aldeanos, decidieron que hacer con ella. Algunos pensaban en abandonarla en el bosque con la criatura y otros simplemente en matarla. Había un lugar en donde la bestia no atacaba: La iglesia. Por lo que ellos imaginaban que la razón era por la niña. De manera que todos se refugiaron ahí y comían el pan ya duro y viejo que el padre sacaba siempre para las tradiciones y fiestas del pueblo. Anita siempre comía de ese pan y para beber usaba el pequeño vino añejo que el padre guardaba para dar la Comunión. La verdad todo era una pesadilla en aquel lugar. Muchos pensaban como no estaban muertos, algunos se suicidaron sin mas remedio y otros enloquecieron. Anita siempre los miraba como si ellos fuera seres extraños, para ella la mejor opción era callarse y no decir nada, por eso siempre despreciaba a los aldeanos por que no sabían dejar de quejarse y guardar silencio por un momento. Todo esto llegaba a los recuerdos de Anita, quién nuevamente después de tener esas proyecciones en su mente repitió:
-[A] "Yo no debo estar aquí"
Diciendo esto se fué caminando lentamente y dejando atrás ese pasado, que para ella simplemente era un vacío o no era nada en especial. Al fin que llegó a la autopista se sentó mientras miraba los autos a toda velocidad, pensando en el tiempo preocupandose por cosas que no valían la pena. Se sentó y esperó... que esperaba? simplemente era una pregunta que no encajaba en su mente, solo estaba ahí a diestras del destino y la tragedia.

Fin cap.2 Libro 2

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