
En el monte Zumaziú, existe un hombre, aunque tal vez no sea lo propio llamarlo así. Castigado por el destino, sufriendo una extraña mutación. Su gran soledad trae consigo una serie de desdichas y tristezas que lo atormentan en toda su vida.
No hay lugares a donde pueda acudir, simplemente el silencio es la mejor compañía...
Trataba de entender a los hombres y lo que pasaba en el mundo. El afán de Donovan por descubrir lo que había en la vida y responder todas sus dudas, solo le causaba mas preguntas, preguntas que cada vez eran mas difíciles de responder.
La meditación era su única salida para desconectarse del mundo y entrar a uno que el mismo había creado. Paz eterna y completa relajación, era como un paraíso en el que podía encontrarse reflexionando y haciéndose más fuerte. Como todos las personas y demonios, Donovan tenía un problema que según él, era el causante de todas las tragedias de su vida: Su demonio interno.
Consigo mismo se castigaba día a día, las crueles torturas ya no significaban nada para él. Siempre y todos los días, se se sentaba en las puntas de unas estalagmitas los cuales le dejaban profundas heridas que un humano no podría soportar. Era su castigo...Tenía que erradicar ese demonio de alguna forma.
Mientras tanto en sus remotos recuerdos, abundaba la historia que no quería recordar...
De niño, terminó aniquilando a sus padres y a casi toda la gente que lo rodeaba en el lugar del que vivía. "No es mi culpa", siempre se decía; "Es la culpa de ese demonio". Sin embargo para la demás gente, estos comentarios solo despertaban mas temor y mas odio hacia el niño. Ningun padre quería que sus hijos salieran ya a las calles, las personas procuraban por lo general no ir a ningún lado, y si querían comida, le llamaban a un sirviente para que hiciera los mandados del hogar. Donovan se sentía culpable, no quería entregarse por completo a su otra mitad, que cada vez se hacía mas fuerte. "Personas como yo somos las que hacemos el mal al mundo, debería no exisitir"-Se decía.
Su depresión era muy fuerte, estaba en un momento crítico, la desesperación ahogaba mas sus esperanzas al no encontrar una solución. Hasta que apareció...El maestro.
Un hombre viejo, en túnica naranja, a su venida se presenciaba un olor a rosas primaverales y se podía sentir como si el ambiente se relajara, como si él mismo lo estuviera manipulando. Estaba claro: Era un hombre de paz.
Donovan lo miraba mientras trataba de preguntarse el nombre y propósito del anciano. Obviamente no sabía que era un maestro, mucho menos conocía sus intenciones, pero que mas da, probablemente saldría corriendo como las demas personas.
El anciano se acercó...Miraba a Donovan como cualquier otra persona, sus ojos estaban exactamente apuntando a los de él. La respiración era tranquila, luego dió lentamente un suspiro mientras se agachaba para estar a su estatura.
-[Anciano] Que hermoso el día que nos puede dar la vida pequeño.
-[Do] Yo... No me parece tan agradable [nervioso]
-[Anciano] Entonces ya no será más Hermoso...
Donovan trataba de comprender las palabras del anciano, las repetía en su mente para ver si descifraba algo. En ese momento en el que estaba distraído, el anciano continuo hablando:
-[Anciano] Y bien..Cual es tu propósito en esta vida?
De la misma forma, sentía que aquella pregunta debería ser dirigida a una persona con mas edad que él, ya que era algo bastante complejo y en lo que Donovan no había nunca pensado. Pero finalmente respondió:
-[Do] Acabar con el mal del mundo...
Rápidamente la expresión del anciano cambió. Agachaba la cabeza y viendo hacia un punto vacío le replicó:
-[Anciano] Ya veo...Estas dispuesto a salvar a personas que nunca te lo agradecerán eh?
-[Do] Sí, estoy dispuesto a acabar con personas que dañan a otras...como yo.
-[Anciano. Intrigado] Dime..Has dañado a alguien?
-[Do. Arrepentido] He matado a mucha gente... Pero por favor!! entiendame, no soy yo el que lo dispone es... Es mi otra parte...
-[Anciano] Claro. Eso fué lo que llamó mi atención cuando bajaba de las montañas. Esa energía poderosa despertaba mis sospechas, y veo que tenía razón cuando llegué aquí.
-[Do] No me haga daño señor se lo suplico, es mi otra mitad la que hace el mal. Solo quiero Erradicarla.
-[Anciano] Y yo puedo ayudarte.
-[Do. Entusiasmado] En verdad? Entonces no me abandonará?
-[Anciano] Pequeño...Todos merecemos siempre otra oportunidad y tenemos derecho a ser tratados de una manera justa. Pero... Tendrás que prometer algo. No conmigo, sino contigo mismo.
-[Do] Me prometeré lo que sea, fijaré la meta aunque esta se la mas inalcanzable!
-[Anciano] Vaya! Esa determinación es la fuerza que necesitas para borrar el mal que tienes en tu interior y que existe en este mundo.
-[Do] Y cual es esa forma?
-[Anciano] La Fé en ti mismo.
-[Do] Enséñemen que es eso, como puedo confiar en mi y destruir toda la maldad.
-[Anciano] La fé no es algo que se ve directamente. Se siente. Es energía capaz de realizar lo imposible; lo inimaginable.
Pero requiere de 2 soportes: La paciencia y la Práctica.
-[Do] Debe enseñarme se lo suplico no tengo otra persona a la cual recurrir!
-[Anciano] Desde luego...Esa es mi misión. Pero este es un lugar en el que la fuerza negativa esta aquí. Tus recuerdos y hazañas estan impregnadas en todo este lugar. Hay que refugiarse en el centro de la unidad de uno mismo. Volverás aquí, solo cuando hayas aprendido la fé.
Donovan se dirigía con el Anciano hacia las montañas Zumaziú, el cual era un lugar tranquilo donde ninguna actividad del hombre interrumpía la conexión entre la naturaleza y la paz.
La casa del Anciano estaba situada justo fuera de un camino en las montañas. Era modesta pero no necesitaba ni mas ni menos para sobrevivir.
El comienzo de un nuevo Donovan, estaba por iniciar. Un hombre fuerte y puro de corazón, convertiría en el demonio interno en uno dosil.
Los entrenamientos eran duros, severos castigos le esperaban a Donovan si es que quería salvarse y salvar a los demás. Su verdadera meta estaba por fojarse.